Estos son los cinco beneficios de visitar una playa

Estos son los cinco beneficios de visitar una playa

Además de sus efectos relajantes, la playa y el agua de mar también tienen beneficios para nuestros pulmones, huesos y hasta el corazón

Existen pocas cosas más relajantes que sentarse a la orilla del mar, sentir la brisa y la arena en tus pies. Pero la playa -y el mar- tienen muchos beneficios más, tanto para tu salud física como mental. Aquí te compartimos algunos.

1. LIMPIA TUS PULMONES

Según estudios científicos, la brisa marina -rica en sales- ayuda a mejorar la respiración y a reducir los síntomas de las personas con enfermedades pulmonares.

Esto, se debe tanto a su temperatura, como al hecho de que está cargada de ozono y oligoelementos, y a que esta brisa no tiene contaminación de gases u otras sustancias irritantes.

2. TU PIEL QUEDARÁ MÁS SUAVE Y FIRME

Cargada de sales, el agua del mar ayuda a restaurar la barrera natural de la piel, sellándola de manera tal que mantenga su hidratación natural por más tiempo.

Además, al sumergirse al agua, el mar produce un «efecto drenante», es decir, estimula el circuito venoso y linfático, mejorando la circulación y, como consecuencia, la piel.

3. TIENE UN EFECTO RELAJANTE

Estar cerca del mar no solo te ayuda a relajarte, sino que también te ayuda a ser más creativo. Según el biólogo Wallace J. Nichols, observar una gran masa de color azul te induce en un estado meditativo que aporta calma y paz interior.

Además, bañarse en el mar también tiene un efecto relajante: al contener magnesio, el agua del ayuda a bajar la ansiedad.

4. ES BUENO PARA TU CORAZÓN

El agua del mar es excelente para la circulación: al nadar, la presión del agua facilita la circulación venosa de retorno. Además, según un estudio publicado por el North American Journal of Medical Sciences, el contacto superficial con el agua de mar ayuda a reducir edemas locales, espasmos musculares e incrementar los efectos anestésicos locales.

5. FORTALECE TUS HUESOS

Los oligoelementos disueltos en el agua de mar se pueden absorber a través de la piel. De hecho, según una investigación realizada por el Instituto Francés de Estudios de Recursos marinos, el calcio y el fósforo que podemos encontrar en el mar, se fija en los huesos, ayudando a su movilidad y la de las articulaciones.

Según LaBiogía, el hecho de visitar la playa es un buen momento para hacer más ejercicio: realizar largos y relajantes paseos pueden favorecernos más de lo que pensamos.

Fuente: https://www.airedesantafe.com.ar/ocio/estos-son-los-cinco-beneficios-visitar-una-playa-n143051

Estos son los cinco beneficios de visitar una playa

Además de sus efectos relajantes, la playa y el agua de mar también tienen beneficios para nuestros pulmones, huesos y hasta el corazón

Existen pocas cosas más relajantes que sentarse a la orilla del mar, sentir la brisa y la arena en tus pies. Pero la playa -y el mar- tienen muchos beneficios más, tanto para tu salud física como mental. Aquí te compartimos algunos.

1. LIMPIA TUS PULMONES

Según estudios científicos, la brisa marina -rica en sales- ayuda a mejorar la respiración y a reducir los síntomas de las personas con enfermedades pulmonares.

Esto, se debe tanto a su temperatura, como al hecho de que está cargada de ozono y oligoelementos, y a que esta brisa no tiene contaminación de gases u otras sustancias irritantes.

2. TU PIEL QUEDARÁ MÁS SUAVE Y FIRME

Cargada de sales, el agua del mar ayuda a restaurar la barrera natural de la piel, sellándola de manera tal que mantenga su hidratación natural por más tiempo.

Además, al sumergirse al agua, el mar produce un «efecto drenante», es decir, estimula el circuito venoso y linfático, mejorando la circulación y, como consecuencia, la piel.

3. TIENE UN EFECTO RELAJANTE

Estar cerca del mar no solo te ayuda a relajarte, sino que también te ayuda a ser más creativo. Según el biólogo Wallace J. Nichols, observar una gran masa de color azul te induce en un estado meditativo que aporta calma y paz interior.

Además, bañarse en el mar también tiene un efecto relajante: al contener magnesio, el agua del ayuda a bajar la ansiedad.

4. ES BUENO PARA TU CORAZÓN

El agua del mar es excelente para la circulación: al nadar, la presión del agua facilita la circulación venosa de retorno. Además, según un estudio publicado por el North American Journal of Medical Sciences, el contacto superficial con el agua de mar ayuda a reducir edemas locales, espasmos musculares e incrementar los efectos anestésicos locales.

5. FORTALECE TUS HUESOS

Los oligoelementos disueltos en el agua de mar se pueden absorber a través de la piel. De hecho, según una investigación realizada por el Instituto Francés de Estudios de Recursos marinos, el calcio y el fósforo que podemos encontrar en el mar, se fija en los huesos, ayudando a su movilidad y la de las articulaciones.

Según LaBiogía, el hecho de visitar la playa es un buen momento para hacer más ejercicio: realizar largos y relajantes paseos pueden favorecernos más de lo que pensamos.

Fuente: https://www.airedesantafe.com.ar/salud/estos-son-los-cinco-beneficios-visitar-una-playa-n143051

Logran cultivar arroz en el desierto de Dubái con Agua de Mar

Un equipo de científicos chinos ha logrado cosechar con éxito arroz en los desiertos de Dubái tras desarrollar una cepa que permite que el cultivo crezca en agua salada. El grupo ha estado liderado por el que es considerado el «padre del arroz híbrido» de China, Yuan Longping, que si bien había comenzado a cultivar en agua de mar diluida como experimento casero, ahora ha llevado la técnica a Oriente Medio, donde el agua dulce es demasiado valiosa como para usarla para la agricultura.

La cosecha plantada en enero a las afueras de Dubái superó las expectativas de los científicos, según informó la agencia estatal de noticias, Xinhua. El cultivo logró un alto rendimiento de hasta 7.500 kg por hectárea frente al promedio global de 3.000 kg por hectárea y podría llegar a alimentar a 200 millones de personas.

Otras ventajas de cultivar arroz en agua salada es que puede contener mayores niveles de micronutrientes comunes en aguas salinas, como el calcio, mientras que la sal podría hacer que disminuyeran las bacterias patógenas, e implicaría un menor uso de pesticidas.

El siguiente paso del proyecto es establecer una granja experimental de 100 hectáreas que se prevé empieza a funcionar el próximo año. No será hasta 2020 que empezará su expansión hasta alcanzar el objetivo de cubrir el 10% de los Emiratos Árabes Unidos, que cuentan con una superficie de 83.600 km, con arrozales.

La investigación se llevó a cabo en el Centro de Investigación y Desarrollo de Arroz Tolerante a Alcalinos y Salinos de Qindao, Shandong, donde se cosecharon entre 6,5 y 9,5 toneladas de arroz en agua salada. Lo hicieron en colaboración con el despacho privado del jeque Saeed Bin Ahmed Al Maktoum, que pertenece a la multimillonaria familia que gobierna Dubai.

Ambas partes han firmado un acuerdo para llevar el arroz de agua salada a todo el mundo y luchar contra la escasez de alimentos. Y es que mientras en otros lugares trabajan por desalinizar el agua, en China optan por cultivar en agua de mar.

Leer más 9 alimentos que pueden aguantar mucho tiempo en tu despensa

Fue en 1970 que el proyecto echó a andar cuando un investigador llamado Chen Risheng descubrió que una especie de arroz silvestre crecía en un manglar del sur de Guangdong. Los científicos investigaron durante cuatro décadas la cría cruzada y el cribado genético en ocho especies distintas, hasta que el año pasado lograron duplicar el rendimiento a más de 4,5 toneladas por hectárea.

En 2017, el primer arroz resistente a la sal, y cultivado cerca de Quingdao, llegó a las tiendas. Sin embargo, el precio del kilo de este arroz Yuan Mi es elevado: 50 yuanes por kilo, en torno a 6,4 euros. Es decir, cuesta ocho veces más que un kilo de arroz convencional.

Aún con todo, el pasado agosto más de 1.000 personas adquirieron el producto por internet y se llevan vendidas seis toneladas.

El mar Mediterráneo se volvió a llenar de agua en unos dos años

Hace cerca de seis millones de años el mar Mediterráneo quedó aislado del resto de océanos del mundo y por evaporación se secó casi por completo. El fenómeno dio lugar a la formación de enormes depósitos de sal. A este episodio se le conoce como Crisis de Salinidad del Mesianense.

Pero la conexión entre el Atlántico y el Mediterráneo se restableció de nuevo hace poco más de cinco millones de años por causas que aún no están claras. Pudo deberse a una subida general del nivel de mar, a movimientos tectónicos o a una combinación de ambas.

Como consecuencia, el Mediterráneo se llenó de nuevo en un proceso conocido como la inundación Zancliense. Se ha pensado que esta inundación fue un proceso lento, de miles de años de duración, pero recientes simulaciones por ordenador realizadas en la Universidad de Sevilla (US), en España, muestran que fue una inundación tremendamente rápida, de proporciones catastróficas, que llevó al llenado del mar Mediterráneo en unos dos años.

En un nuevo trabajo publicado en Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology los expertos detallan cómo se produjo este fenómeno catastrófico a través de simulación numérica de dinámica de fluidos. Aunque existían algunos trabajos previos con modelos conceptuales o de dimensión cero, en el presente estudio se resuelve por primera vez la compleja hidrodinámica tridimensional del proceso.

Los resultados revelan que lo que comenzó siendo una corriente modesta de agua fue aumentando muy rápidamente con el tiempo debido a la erosión del terreno, pues se produjo un efecto de retroalimentación.

“Por lo que hoy es el mar de Alborán discurría una enorme corriente de agua procedente del Atlántico a más de 100 km por hora”, explica el catedrático de la US, José María Abril, quien añade que el caudal era de unos 100 millones de metros cúbicos por segundo (500 veces más grande que el del Amazonas).

 

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Vista tridimensional del mar de Alborán con el nivel del agua después de 15 días de inundación. (Imagen: US)

 

Por su parte, el profesor Raúl Periáñez confirma que el nivel del mar en el Mediterráneo subía a una tasa de unos siete metros cada día y se llenó por completo en unos dos años. A medida que creció la profundidad del canal en la zona oriental del estrecho, la zona de aguas más someras del umbral de Camarinal pasó a tomar el control del flujo.

Estos expertos del grupo de investigación del departamento de Física Aplicada I de la US han publicado recientemente en Journal of Marine Systems otros dos trabajos en los que, a través de la simulación numérica, explican también la propagación de tsunamis en el antiguo golfo de Tartessos y los tsunamis en el Mediterráneo oriental.

Se centran en concreto en una secuencia de tsunamis producida por la explosión de Santorini, como un escenario potencial para explicar el episodio de la “apertura del mar” en el Éxodo bíblico. (Fuente: Universidad de Sevilla)

Fuente: http://noticiasdelaciencia.com/not/13846/el-mar-mediterraneo-se-volvio-a-llenar-de-agua-en-unos-dos-anos/es/

Las bondades del baño marino

La naturaleza brinda verdaderos agentes terapéuticos

En un país como el nuestro, es fácil gozar de unos días de salud junto al mar.
En un país como el nuestro, es fácil gozar de unos días de salud junto al mar.

Podríamos pensar que el mar es un recurso curativo reciente porque lo asociamos con la época esplendorosa de los balnearios de finales del siglo XIX y principios del XX, pero lo cierto es que se conoce desde la Antigüedad. Se atribuye a Platón la frase “Lava el mar las dolencias de los hombres”, expresada después de someterse a baños para recuperarse de unas dolencias por recomendación de médicos egipcios. También fenicios, griegos y romanos conocían su poder salutífero.

En 1869, el médico francés Joseph La Bonardière le pone nombre a este nuevo método curativo: talasoterapia, un neologismo creado a partir de la palabra «thalassa», que significa mar, y «therapeía», tratamiento.

Actualmente, y más en un país como el nuestro, es fácil gozar de unos días de salud junto al mar. La naturaleza brinda verdaderos agentes terapéuticos: el agua, la presión, el movimiento de las olas, el sol, el aire, la arena, los limos, las algas e incluso las piedras. Todo ello estimula las funciones orgánicas, así como fortalece los músculos y calma la mente.

En general, la talasoterapia trabaja con la acción reparadora de los minerales y con el cambio térmico del agua de mar y su presión, que ejerce un masaje continuo.

El contraste frío-calor. El hecho de que la temperatura marina sea más fría que la del cuerpo permite que haya un efecto vasoconstrictor de los pequeños vasos sanguíneos. Al tiempo, se dilatan las venas y arterias interiores por el aumento de presión que ejerce el volumen de sangre. El corazón late con menos frecuencia y descansa, se reduce el ritmo respiratorio y aumenta la tensión arterial.

Una vez en el agua, el cuerpo se acostumbra y es el sistema circulatorio el que reacciona, permitiendo que las venas de la piel se dilaten nuevamente, mientras que los vasos sanguíneos profundos y los órganos se constriñen. Se logra un masaje interno muy estimulante del sistema circulatorio y de los órganos.

El masaje de la presión del mar. La presión es el resultado del peso del agua que queda sobre el bañista y la superficie del mar. Pero el agua que hay entre el fondo y el bañista también presiona y lo empuja hacia arriba. Esta presión del fondo favorece los movimientos musculares y de las articulaciones. Se beneficia también la circulación sanguínea y el sistema linfático.

Aire marino para el relax mental. La ventaja de estar a orillas del mar y no en un centro cerrado es que podemos nutrirnos con el aire marino, cargado de iones negativos. Los iones son unas partículas que forman el átomo y cuya carga eléctrica puede ser negativa o positiva. Los iones negativos se generan en entornos naturales con corrientes de agua: el mar, los ríos, las cascadas, etc. Tienen un efecto muy saludable sobre las personas, ya que relajan y favorecen la producción de serotonina, un neurotransmisor cerebral necesario para dormir bien y mantener el buen humor. Se ha comprobado que, a solo cien metros del mar, la cantidad de iones negativos es de 50.000 por metro cúbico, cien veces más que en los ambientes urbanos.

Más que oxígeno.
El aire marino está cargado oxígeno pero también es rico en ozono y diferentes sustancias minerales, que son nutrientes que flotan y absorbemos a través de la respiración. La buena oxigenación ayuda a mantener el equilibrio emocional y psíquico, ya que ralentiza el ritmo respiratorio y favorece la recuperación.

Unas sesiones de respiración en la playa resultan estimulantes, facilitan la digestión, la eliminación y oxigenan más la sangre.

Se pueden realizar ejercicios respiratorios para maximizar los beneficios. El siguiente es muy sencillo:

• Se inspira llenando los pulmones mientras se tira la cabeza hacia atrás y se juntan las escápulas, lo que abre el tórax.

• Con los pulmones llenos, se retiene el aire durante al menos dos segundos, pudiendo llegar hasta cinco.

• Se vuelve a bajar la cabeza y se relajan los omóplatos mientras se espira lentamente para vaciar por completo los pulmones. La espiración debe durar de cinco a diez segundos.

• Se pueden hacer 20 respiraciones al menos dos sesiones al día.

Podemos nutrirnos con el aire marino, cargado de iones negativos: relajan y favorecen la producción de serotonina, un neurotransmisor cerebral necesario para dormir bien y mantener el buen humor.

Renovación sanguínea. Las sesiones de talasoterapia tienen un efecto sobre la sangre sorprendente: mejora su composición, consiguiendo que los glóbulos rojos –los principales portadores de oxígeno a las células y tejidos del cuerpo– aumenten en número entre el 10 y el 20 por ciento. Se incrementa la proporción de leucocitos o glóbulos blancos y, de entre estos, los linfocitos, que son los que se encargan de tareas específicas de defensa del sistema inmunitario.

Esta terapia es una gran ayuda para disminuir el dolor y para mejorar una amplia variedad de afecciones, pero sobre todo es una medicina preventiva. Se trata de un recurso de gran valor en problemas de fatiga por su gran aporte de magnesio, que aumenta las defensas del organismo. Asimismo, el acné, el lupus, los eccemas y, sobre todo, la psoriasis mejoran notablemente con los baños de mar. También está demostrado científicamente que aumentan la concentración de hierro en la sangre, por lo que es de gran utilidad en casos de anemia. Está muy indicada en personas que padecen estrés, puesto que el agotamiento de determinadas reservas de micronutrientes son los responsables de una actitud de tensión constante en la vida. Y, sobre todo, es muy valiosa en la artrosis y la artritis, ya que se actúa sobre el tejido conjuntivo.

Cómo hacer un baño de mar provechoso para la salud

Se debe empezar los primeros días con baños muy cortos. Lo ideal sería no permanecer en la playa más de cuatro horas. Antes del baño, es conveniente hacer un poco de ejercicio suave y también tomar un poco de sol. La entrada al mar debe ser rápida y decidida, no andar pensándoselo con medio cuerpo introducido. Lo mejor es entrar a zancadas y hundirse varias veces. Cuanto más frío y agitado esté el mar, más breve será el baño. En aguas templadas, con sol y aire cálido, se puede permanecer en el agua hasta 15 o 20 minutos. En las sesiones veraniegas, se puede estar mucho más tiempo. Para potenciar la salud es suficiente tomar de uno a tres baños marinos al día en verano. Al salir del mar. Hay que practicar otra vez algo de ejercicio, como una caminata o algunos movimientos vigorosos. Es importante secarse al aire libre. De esta forma, las sales minerales depositadas en la piel en forma de cristalitos se absorben y estimulan el sistema nervioso.

El efecto de la arena. La arena de la playa está formada por partículas de diámetro inferior a 3 mm y está cargada con los elementos químicos del agua de mar e incluso del aire, ya que es altamente porosa. La temperatura que puede alcanzar la arena como consecuencia de la incidencia de los rayos solares varía entre 40 y los 60 grados. Cubrir la piel con arena (una capa de 30 a 40 centímetros) es una terapia recomendable para las afecciones reumáticas y otras afecciones de los huesos y las articulaciones.

Caminar en el agua. Caminar es el ejercicio más simple y humano, además del más seguro de todos. Algunas investigaciones recientes han hallado que la articulación de la rodilla se resiente no solo con la inactividad y el sedentarismo sino también con las carreras, por lo que aquellas personas acostumbradas a correr pueden tener igualmente problemas articulatorios aun cuando piensan estar haciendo un ejercicio sano. Así que nada más sano que caminar.

Una práctica habitual en nuestras playas es caminar largo rato por la orilla del mar. Sin embargo, como tratamiento terapéutico, lo mejor es hacerlo en el mar, adentrándose en el agua y luego volviendo a la orilla. Lo ideal es internarse hasta que el agua llegue al pecho o incluso el cuello, caminar con el agua a esa altura, dar pequeños saltos cuando llegue una ola y permanecer dentro unos 10 minutos. Luego se sale y se toma el sol otros 10 minutos. Estos paseos se pueden repetir tres veces.

Las articulaciones y el sistema venoso salen ampliamente beneficiados de estos paseos, ya que la presión hidroestática del agua favorece el retorno venoso y combate la pesadez de las piernas, un problema especialmente frecuente en verano y en las mujeres. Igualmente sale reforzado el sentido del equilibrio.

Baño marino en casa. El método más sencillo es añadir a la bañera llena de agua dos kilos de sal marina. Absorberemos con ello minerales y desintoxicamos el organismo. Si disponemos de algas, podemos realizar uno más elaborado. Lo ideal es contar con una gran variedad de algas: polvo de alga dulce, de fucus, de Kelp y de nori. Si se tiene el mar cerca, bastará con coger unas cuantas garrafas y llenar la bañera con el agua de mar. Si esto no es posible, se usará sal marina sin refinar. Para la receta final, se necesita también barro del mar Muerto o, si es difícil de encontrar, una arcilla de calidad. Se coloca en un recipiente una taza de polvos de cada alga, dos tazas arcilla y cuatro de sal. Se mezclan bien los ingredientes y se vierten tres tazas en un baño caliente.

Fuente: http://www.lajornadanet.com/diario/archivo/2015/abril/15/7.php

 

 

Las «Fulguritas»: rayos que caen en la arena de la playa y hacen estas figuras

Estructuras de Fulguritas, cuando un rayo cae sobre la arena.

Las estructuras de Fulguritas se forman cuando un rayo cae sobre la arena. El color y las formas dependen de la composición mineral de terreno ya sea en playas o desiertos.

La forma, que recibe el nombre de Fulgurita, es un tubo de vidrio o arena cristalizada, creando formas inusuales.
El calor intenso de la caída del rayo ( Unos 4000 ºC) funde la sílice de la arena y hace que los granos se fusionen. El fenómeno puede alcanzar una profundidad en la arena de hasta 15 metros, pero su anchura es mucho más limitada.
En esta instantánea, tomada por el fotógrafo Ken Smith en Australia, podemos ver los efectos de la caída de un rayo sobre la arena.
Todo el proceso ocurre en menos de un segundo, creando una escultura parecida a un gusano retorcido, como la de la imagen, u otras más ramificadas como estas:
Las Fulguritas son abundantes en los desiertos y otras  zonas con dunas. El lugar donde son más frecuentes encontrarlas es en el desierto del Sáhara, aunque también se pueden encontrar en playas y otros desiertos de todo el mundo.
Sección cristalizada de una Fulgurita.

Fragmentos de Fulgurita:

El mar devora la costa

El temporal se ceba con San Sebastián, donde olas de hasta 11 metros causan importantes daños materiales

La rotura del espigón de Frantxua dejó sin protección a las lonjas, que sufrieron el embate de las olas y facilitó la llegada del agua hasta el puerto interior.

La rotura del espigón de Frantxua dejó sin protección a las lonjas, que sufrieron el embate de las olas y facilitó la llegada del agua hasta el puerto interior. (Z. Alkorta)

san sebastián. Exige un esfuerzo asimilar lo ocurrido. Los daños ocasionados son incalculables. La costa guipuzcoana amaneció ayer devastada por un temporal que ya ha pasado por derecho propio a los anales de la historia. Las olas de siete metros que tanto se temían llegaron a elevarse por encima de los once, con inmensa capacidad destructora, provocando destrozos en municipios como Getaria, Zarautz u Orio, pero ensañándose con especial virulencia en San Sebastián, una ciudad a merced de la naturaleza, convertida en poco menos que un juguete que iba y venía. La marea embravecida le golpeó sin compasión, y el Ayuntamiento de San Sebastián estudiaba ayer pedir la declaración de zona catastrófica.

El oleaje, que castigó también las costas de A Coruña (al cierre de esta edición se buscaba a un adolescente arrebatado por el mar en Lugo) y Cantabria, se enseñoreó en la costa guipuzcoana como nunca lo había hecho. Avanzó por la desembocadura del río Urumea con inmensa capacidad destructora y derribando, como si de un castillo de naipes se tratara, toneladas de piedra y hierro forjado. El azote del mar obligó a cerrar los puentes del Kursaal, María Cristina y Mundaiz, que perdieron parte de su barandillado. Estos pasos estuvieron cerrados a primera hora de la mañana, con bloques de mármol esparcidos por la calzada, que no dejaron de ser fotografiados durante toda la jornada.

Nadie recordaba cosa igual. Muchos donostiarras de edad avanzada removían ayer en su memoria sin encontrar paralelismos. Milagrosamente, no hubo que lamentar daños personales. Cientos de curiosos asistieron con asombro a un espectáculo que sobrepasó las expectativas creadas. «Nunca en la vida he visto cosa igual», confesaba un joven al que poco después una ola le lanzaba al suelo.

Llevaban como gigantes enfurecidos, golpeando el puente del Kursaal para continuar avanzando, superando por encima del metro la barandilla del paseo Ramón María Lili, sin llegar a perder su caudal, para acabar estampándose contra uno y otro puente. «Mirad, mirad», decía un joven a sus amigos a la altura del puente de Santa Catalina. Frente a él se levantaban dos olas que rompían instantes después llevándose 20 metros del puente.

la hora de la pesadilla

Entre las cinco y las seis

Lo peor se registró entre las 5 y las seis de la mañana, coincidiendo con la pleamar. Centenares de curiosos madrugaron para hacer fotografías. Otros muchos regresaban de juerga y caían al suelo empujados por las olas en uno de los peores temporales que se recuerdan. «Hemos de congratularnos de que no ha habido daños personales», declararía horas después la consejera de Seguridad del Gobierno Vasco, Estefanía Beltrán de Heredia.

Con cada golpe de mar, las ramas saltaban sobre la calzada, y la zona costera de la ciudad, repleta de precintos policiales y carreteras cortadas, ofrecía la imagen de un paraje arrasado por el mar, que deja desolación cuando regresa.

El agua entraba por la Parte Vieja como si de un afluente del río se tratara. A las 6.00 horas, con la mar rozando los cinco metros de altura, las olas rompían en el Paseo Nuevo y se colaban por la calle 31 de agosto hasta la altura de la plaza de la Trinidad. El Ayuntamiento se vio obligado a desalojar bajos de la calle Soraluze y de la vía San Juan. Varios vecinos, con el agua por las rodillas, tuvieron que ser realojados. «Entran varias olas de forma consecutiva y se formaba un embudo que obliga a retirarse. Es increíble, el agua está trayendo piedras y más piedras enormes», decía un vecino asustado. A esas horas, la calle 31 de agosto era una piscina cuyas aguas llegaron a alcanzar la Plaza de la Constitución. El agua entraba con muchísima fuera por la calle Aldamar y un cámara de televisión que trataba de tomar imágenes de la crecida fue abroncado, ante el riesgo que podía correr su vida por tanta exposición.

Entretanto, ramos y más ramas, palos e incluso árboles se depositaban en varias esquinas de la Parte Vieja. Los operarios trataban de levantar arquetas y sumideros para aliviar el agua, una maniobra que en unos primeros instantes resultaba imposible por la presión de la corriente. La marea alta ya había superado la cota de máximo peligro, pero el agua seguía entrando. Todavía no había amanecido. Operarios de Cruz Roja con linternas iban de un lado a otro en busca de vecinos que no podían acceder a sus casas. Dos personas fueron ayudadas para entrar al piso. A las 6.30 horas, el agua llegaba hasta la cintura.

El destrozo también desbarató el tendido eléctrico. Unos 600 vecinos de la Parte Vieja se quedaron sin luz. Con las primeras luces del día, Operarios de Iberdrola trataban de reparar la avería. Las calle Aldamar amanecía sembrada de pedruscos y arena por todas partes. «No te cansas de ver todo esto. Cuesta dar crédito a lo que tenemos delante», le decía un joven a su padre, que había venido expresamente desde el barrio de Gros para comprobar in situ el destrozo. En este barrio el desastre no fue menor. No suele ser habitual que las crecidas alcancen esta zona, pero lo cierto es que parte de la barandilla de la Zurriola desapareció, y el empuje de las olas convirtió la calzada en una prolongación de la propia playa, con la carretera tamizada por la arena, y ramas y más ramas repartidas aquí y allá. La entrada a los baños de la playa quedó sepultada.

Entretanto, los agentes seguían en la Parte Vieja intentando recomponer las piezas de la catástrofe, trasladando contenedores que el agua había desplazado a su antojo.

Un tronco se empotró contra una verja de la ikastola de la Parte Vieja. En la plaza Zuloaga aparecían dos bancos envueltos en ramajes con los hierros doblados como si de un colmillo torcido se tratara. En su deriva, el agua arrancó parte del mobiliario urbano, doblando señales de tráfico y arrastrando piedras de más de 200 kilos. El Museo San Telmo tuvo que ser cerrado.

garajes y comercios anegados

Sin corriente eléctrica

El Paseo Nuevo fue otro de los lugares más castigados por el impacto de las olas, que rompieron parte del muro de piedra. El agua entraba por los huecos del dique abierto y riadas de agua se colaban hacia la Parte Vieja, donde se anegaron bajos, lonjas, garajes. Muchos comerciantes se mordían las uñas ante el temor de lo que se estaba gestado de puertas adentro. La falta de corriente eléctrica les impedía abrir las persianas de unos locales de los que no dejaba de salir agua. «Mira, mira cómo sale agua. Esto es un drama», decía una hostelera impotente ante la dimensión de lo ocurrido.

Las pérdidas se antojan incalculables. El Ayuntamiento de San Sebastián ya ha abierto una oficina de atención a los afectados, con quienes mantendrá hoy una reunión a las 9.30 horas. Las olas también reventaron las puertas del Museo San Telmo y destrozaron las instalaciones de la Sociedad Fotográfica y del restaurante Kaskazuri. Personal de los cines Príncipe trabajaron para sacar todo el agua con el fin de retomar las proyecciones por la tarde.

El agua también se coló con impresionante fuerza por cristaleras y establecimientos del paseo Salamanca. Una excavadora trabajó por la mañana en las labores de desescombro. Otras de las vías más afectadas fueron la calle San Juan, Narrika, San Vicente, Igentea y 31 de agosto, donde los bomberos ayudaron a los vecinos achicando agua con motobombas.

La playa de la Concha y Ondarreta también soportaron lo suyo. El temporal arrancó la escalera de piedra que permite baja al Pico del Loro, junto a la escultura de Fleming. La barandilla del paseo en este punto también se desprendió. Los bajos de la playa también sufrieron daños. La discoteca La Rotonda quedó completamente inundada.

Por efecto de las corrientes, la arena de la Concha acabó depositándose en Ondarreta, donde la entrada a las cabinas colectivas quedó sepultada por la porquería. El oleaje también destrozó parte del muro situado frente al Club de Tenis y el restaurante Branka.

Fuente: http://www.noticiasdenavarra.com/2014/02/03/sociedad/el-mar-devora-la-costa

Erase una vez la playa…

Antes de ser nuestro destino favorito de vacaciones, fue un lugar temido y poco visitado. Sólo la medicina y su tesis sobre los beneficios del mar en la salud lograron vencer el miedo. Este es el relato histórico de ese cambio.

Hubo una época en que el verano en las playas parecía invierno. La costa estaba vacía. No había niños jugando en la arena, ni personas caminando. De gente bañándose, ni hablar. En la Edad Media, la playa, pero sobre todo el mar, representaba más defectos que virtudes: se le temía y repudiaba. Habían quedado muy atrás las prácticas típicas de los romanos, quienes usaron las zonas costeras como lugar de sanación, de ejercicio, disfrute y sensualidad.

Lena Lencek, profesora de Humanidades del Reed College, en Oregon (EE.UU.), y coautora del libro La playa: una historia del paraíso en la Tierra, cuenta a Tendencias que cuando se desintegró la cultura romana del hedonismo y se reemplazó por la cultura ascética de la cristiandad, se hizo más fuerte la idea de que los placeres del cuerpo había que aplacarlos. Y, precisamente, por el mismo legado de los romanos, durante siglos la costa se consideró un lugar que promovía la promiscuidad y el mal.

De hecho, durante el siglo XVI si a los estudiantes de la U. de Cambridge (Inglaterra) se los sorprendía bañándose en el mar, la primera vez se los azotaba y a la segunda eran expulsados. “Se pensaba que un estudiante no podía tener distracciones hedonistas. Eran consideradas inmorales y propias de las clases incultas”, dice Eduardo Téllez, profesor de la U. de Chile y director del Centro de Estudios Históricos de la U. Bernardo O’Higgins.

¿Cómo fue entonces que la playa se convirtió en el destino favorito en vacaciones? La ciencia aportó su grano de arena. Todo partió alrededor del siglo XVIII, cuando se popularizó y extendió la tesis de que el mar tenía más virtudes que defectos: era beneficioso para la salud y la cura contra muchos males.

REMEDIO MARINO

“Cada tratamiento (para las enfermedades de las glándulas) debe terminar con un baño frío de mar… Esto conduce de gran manera a una cura perfecta”, escribió en 1750 el doctor inglés Richard Russell, uno de los médicos que instaló la idea de los beneficios del baño marino. Tuberculosis,  problemas en las glándulas, tumores, inflamaciones, artritis, catarros,  dolor corporal, problemas respiratorios, gota, depresión, sífilis, lepra. Incluso la melancolía y la histeria se podían tratar con el agua de mar.

En el siglo XVIII, la idea de prescribir el mar como cura de cualquier enfermedad se masificó. Fue tanto que, según la investigación de Téllez, el libro de Russell se agotó en un año, algo peculiar para la época. Y lo mismo pasó con su segunda, tercera y cuarta edición.

Claro, la hipótesis había partido a mediados del siglo anterior en Gran Bretaña. Lencek explica que todo comenzó con la idea de algunos físicos y médicos que creían que los minerales del agua marina podían ser tan beneficiosos como las aguas minerales ricas en azufre y hierro. Russell alababa el mar porque contenía elementos como yodo, cloruro de sodio o sulfato de magnesio. Se creía que el choque con el agua, su salinidad y la baja temperatura curarían todos los males.

Debido a estas creencias, los primeros que se acercaron a la playa eran personas enfermas.  Para Lencek, los médicos y físicos del siglo XVIII fueron “apóstoles de la playa”, porque dieron la confianza a los pacientes de la aristocracia de usar el mar,  a pesar de todos sus prejuicios.

La prescripción llegó en el momento preciso para la elite. Tenían un problema de salud generalizado, tics nerviosos, problemas digestivos, males que les hacían temer que nadie podría heredar sus títulos y privilegios.

Téllez explica que Robert Burton, médico que fue de los primeros en el siglo XVII en masificar la idea de asistir a la costa con fines terapéuticos, escribió en 1621 en su obra Anatomía de la melancolía, que el mar podía combatir el mal que afectaba a los nobles: la melancolía o spleen (el tedio a la vida, la depresión). En el siglo XVIII los aristócratas llegaron a creer que la Revolución Industrial los había enfermado, porque la ciudad tenía más gente, contaminación y enfermedades.

Si bien el baño de mar prometía la cura, el tratamiento no era nada placentero. Por el contrario, los británicos inventaron una terapia de inmersión y casi ahogamiento. Era aconsejable hacerlo en la mañana, antes que el sol saliera  y lo ideal era el agua semicongelada de invierno. Lencek comenta que a las 6.00 a.m., la gente de la aristocracia daba sus nombres a una recepcionista y se le asignaba una persona que supervisaba su inmersión.

El tiempo que pasaban desnudos en el agua dependía de la enfermedad y el tratamiento. Luego, los mismos ayudantes frotaban a las personas para darles calor y permitir que recuperaran el aliento. Ese shock que provocaba el agua en el sistema nervioso era visto como un factor que revitalizaba el organismo y ayudaba a restaurar la armonía entre cuerpo y alma.  “Los baños helados causan una sensación de frío y eso, con el terror y la sorpresa, hace contraer las membranas nerviosas. (…) Todas nuestras acciones y razonamientos se ven revitalizados por la compresión externa del aire frío”, escribió el inglés Sir John Florey, quien recetaba baños de menos de 10 °C. Eso sí, en la tarde, había espacio para el relajo, las caminatas y cabalgatas.

Para que el tratamiento fuera efectivo, el consejo no era sólo bañarse, sino también tomarla. Una combinación de baños diarios y el consumo de “media pinta de agua de mar” (284  ml) en las mañanas y otra después del baño, era la prescripción  de Russell.

La moda llegó a tanto que el agua de mar se embotelló para quienes no podían viajar a la costa y los diarios publicaban, según cuenta Lencek, dónde comprarlas en la ciudad. Debido a que los baños de mar se masificaron en la clase alta, surgieron los spas y hospitales en la costa. Además, a las propiedades del agua de mar se sumaron las del aire de la playa: según estudios de la época el aire marino era más puro y saturado de oxígeno que el de montaña. Todo este cúmulo de prácticas y creencias se masificó rápidamente en la aristocracia de otros países europeos y pronto cruzó el Atlántico.

LA CURA EN CHILE

A Chile estas ideas llegaron en el siglo XVIII, pero el primer antecedente registrado de su práctica a nivel local data de 1830, cuando un anuncio publicitario en un diario invitaba a “baños de mar” en plena bahía de Valparaíso. Así lo explica la tesis “Bañistas, turistas y veraneantes en Chile: de las higiénicas aproximaciones al mar a la casa de veraneo moderna (1870-1948)” de Rodrigo Booth, profesor del Departamento de Arquitectura de la Universidad de Chile.

Para disfrutar de esta oferta había dos alternativas: playas o baños de mar, que eran construcciones de madera que flotaban en bocas de mar. En el libro Andanzas de un alemán en Atacama. 1852-1858, Paul Treutler describe los baños de Valparaíso y recalca la falta de pudor de los bañistas locales. “(…) me admiré de cómo las damas podían elegir para su paseo este lugar donde se bañaban cerca de 100 hombres, que se desvestían y vestían sin pudor a la orilla del camino. Pero luego debía aumentar mi extrañeza, pues un poco más allá, por el mismo sendero, me encontré con un gran número de mujeres y muchachas, que se bañaban algunas vestidas sólo con una camisa, otras, con nada más que una toalla alrededor de las caderas, o que, sentadas a orillas del camino se vestían y desvestían sin ninguna vergüenza (…)”, contaba Treutler.

En esos años no había vacaciones ni fines de semanas, por lo que los únicos que podían disfrutar de los baños eran los mismos habitantes de Valparaíso o la elite que podía darse el lujo de dejar de trabajar.

Eso sí, había un “plan B”. La mejor forma de acceder a esta terapia era pedir lo que hoy serían licencias médicas.  Hay registros de permisos laborales entregados para períodos de descanso en la costa. Curiosamente, muchos se presentaban en verano. “Hacia 1870 se consolida la idea de bañarse”, dice Booth.

En la Guía de baños de mar y preceptos hijiénicos para las familias i paseantes (1882), escrita por el higienista J. A. García Quintana, se recomendaban los baños de mar para “(…) los que se hallen extenuados por el estudio o por otros excesos (…) En las neurosis; en las palpitaciones nerviosas; en los resfríos crónicos o propensiones a cojer resfriados (…) a los afectados por abuso del tabaco. I en fin, a los individuos glotones, que son víctimas de su incontinencia (…) a los afectados de ophtalmías; de otorreas i pérdidas diversas; a los enfermos de caries poco difusas en los huesos (…) a los convalecientes de fiebre tifoidea; a las personas cuya constitución haya experimentado debilitamiento i desórdenes funcionales de la matriz, los baños de mar son un remedio sui generis”.

Además de Valparaíso, los bañistas del siglo XIX contaban con la primera playa moderna del país, Miramar (1870), y también con Viña del Mar (1874). En la segunda mitad del siglo XIX también surgieron Concón (descrita por la revista El Turista como un “paraíso anti-bubónico [que] ofrece la impunidad contra todo flajelo que nos azote”), Zapallar, Constitución, Cartagena y Quintero.

“El resultado de todas estas teorías médicas fue la instalación de hospitales que utilizaban el baño de mar en sus tratamientos”, explica Booth. En Chile hubo dos: los sanatorios marítimos de Cartagena (1906) y Viña del Mar (1929), dice el investigador.

DE LA MEDICINA AL OCIO

Mientras Chile descubría los poderes curativos, en el hemisferio norte, la playa adquiría otro rol.  El doctor Robert Ritchie, investigador californiano que está escribiendo un libro sobre  la historia de los resorts y balnearios, explica a Tendencias que a medida que los poderes curativos del mar se masificaron, los complejos turísticos tuvieron que desarrollar entretención  para mantener a las elites ahí. Así, el ocio a la orilla del mar comenzó a ser bien visto. Y empezó a atraer, no sólo a los enfermos, sino que también a los sanos. “En el siglo XIX los resorts pasaron a estar más orientados a la recreación en lugar de enfocarse en la terapia de enfermedades”, dice.

Por otro lado, Kevin Brown, historiador inglés y autor del libro La historia de la enfermedad y la salud en el mar, explica a Tendencias que ya a mediados del siglo XIX los baños de mar se popularizaron en las clases medias. “De esa forma, los centros turísticos costeros se fueron convirtiendo en lugares de placer y relajación”, afirma.

Esta masificación surgió, en parte, porque las compañías de trenes construyeron balnearios y hoteles al final de las líneas del ferrocarril. Pero hubo pequeños cambios que marcaron la evolución hacia el ocio.  Ritchie dice que los trajes de baño y medidas de seguridad como el oficio de salvavidas, hicieron que la diversión en el agua fuera más común.

En el siglo siguiente y en Chile, más precisamente en 1912, Miguel Pérez se convirtió en uno de los pocos salvavidas del país. El oficio nace en los centros recreativos por la escasa pericia de los nadadores (en 1909, sólo 25% de los varones sabía nadar) y como una medida destinada a asegurar esa diversión que la elite buscaba. Un grupo que, ya a fines del siglo XIX, veraneaba en la playa no con excusas médicas, sino que para disfrutar del ocio y  ostentar su capacidad económica.

Booth comenta que la playa como destino preferido de la familia chilena, no sólo de la elite, se expande a partir de la década de 1930, cuando las vacaciones empiezan a ser pagadas para los empleados públicos (beneficio que llega a los empleados privados a partir de los 40). “Recién en los 50 y 60 vemos el balneario como algo masivo, con veraneantes que van a Viña o el litoral central”, concluye el experto de la U. de Chile. Después de todo, las vacaciones de la playa en familia son una tradición más moderna de lo que creíamos.

Fuente: http://www.latercera.com/noticia/tendencias/2014/01/659-559104-9-erase-una-vez–la-playa.shtml

El barro del océano pudo ser el lugar del origen de la vida

El hidrogel que se forma al mezclar agua de mar con arcilla ‘atrapa’ a las moléculas de ADN. Foto: Southhampton.Ac
El hidrogel que se forma al mezclar agua de mar con arcilla ‘atrapa’ a las moléculas de ADN. Foto: Southhampton.Ac

La unión de agua de mar y arcilla forma un hidrogel al que se adhiere el ADN; lo protege de proteínas dañinas y estimula la transcripción de información. Se desconoce cómo lo hace

SCINEWS  – U. de Cornell

La arcilla, una mezcla aparentemente estéril de minerales, podría haber sido la cuna de la vida en la Tierra. O por lo menos, de los complejos materiales bioquímicos que hacen posible la vida, según una investigación de ingenieros en biología de la Universidad de Cornell (Ithaca, Nueva York, EEUU), que se publicará en la edición online de Scientific Reports, de Nature.

En una simulación de agua de mar antigua, la arcilla formó un hidrogel, que son polímeros que forman una aglomeración de espacios microscópicos capaces de absorber líquidos como una esponja.

Durante miles de millones de años, los productos químicos confinados en esos espacios podrían haber llevado a cabo las reacciones complejas que forman las proteínas, el ADN y, finalmente, toda la maquinaria que hace que una célula viva funcione.

Protección clave

Los hidrogeles de arcilla podrían haber confinado y protegido aquellos procesos químicos hasta que la membrana que rodea las células vivas se desarrolló. A fin de probar la idea, el grupo dirigido por Dan Luo, profesor de ingeniería ambiental y biológica, ha demostrado cómo se produce la síntesis de proteínas en un hidrogel de arcilla.

Los investigadores utilizaron previamente hidrogeles sintéticos como un medio «libre de células» para la producción de proteínas. Si se llena el material esponjoso con ADN, aminoácidos, las enzimas adecuadas y unos pocos trocitos de maquinaria celular, se pueden hacer las proteínas que codifica el ADN, como ocurriría en un tanque de células.

Para que el proceso pueda producir grandes cantidades de proteínas, como en la fabricación de medicamentos, se necesita una gran cantidad de hidrogel, por lo que los investigadores se propusieron encontrar una forma más barata de hacerlo. Se dieron cuenta de que la arcilla forma un hidrogel  que, además, mejoraba la producción de proteínas

UNA FUERZA UNE A LAS MOLÉCULAS DE ADN

Los investigadores se preguntaban si el hidrogel que descubrieron podría responder a la vieja pregunta de cómo evolucionaron las biomoléculas. Los experimentos realizados por Carl Sagan en Cornell y por otros investigadores demostraron que los aminoácidos y otras biomoléculas pudieron haberse formado en los océanos primordiales, aprovechando la energía de un rayo, por ejemplo.

Sin embargo, en la inmensidad del océano, ¿cómo se unieron estas moléculas lo suficiente como para ensamblarse en estructuras más complejas, y qué las protegió de las inclemencias del ambiente?

Los científicos han sugerido en el pasado que pequeños globos de grasa o polímeros podrían haber servido como precursores de las membranas celulares.

La arcilla es una posibilidad prometedora porque las biomoléculas tienden a adherirse a su superficie, y los teóricos han demostrado que el citoplasma -el interior de una célula- se comporta como un hidrogel. Un hidrogel de arcilla protege mejor a sus contenidos de las enzimas perjudiciales (llamadas ‘nucleasas’), que pueden desmantelar el ADN y otras biomoléculas.

CRONOLOGÍA

100%
DEL ADN SE PEGÓ AL HIDROGEL
En contraste, entre el 10% y el 60% del ARN (ácido desoxirribonucleico) se mantuvo adherido.

30
REACCIONES ENZIMÁTICAS
Fueron protegidas y hasta estimuladas por el hidrogel.

CLAVES

DOS COMPUESTOS ORIGINALES

1  Las arcillas y el agua de los mares dominaban la superficie de la Tierra primigenia. Hoy, al mezclarlas, instantáneamente forman un hidrogel voluminoso.

2   El hidrogel de arcilla protege al ADN de la acción de enzimas que pueden destruirlo y estimula la transcripción de información.

3  El mecanismo de protección del hidrogel de arcilla será estudiado.

Fuente: http://www.eldeber.com.bo/el-barro-del-oceano-pudo-ser-el-lugar-del-origen-de-la-vida/131111224847