¿Conoces el efecto del mar sobre tu cerebro?

El mar es saludable desde cualquier punto de vista. De hecho, cuando el ser humano tiene la oportunidad de apreciar extensiones infinitas, se producen cambios en su percepción y en su estado emocional. Unos cambios que se potencian cuando el espacio infinito tiene un movimiento cadencioso. Por eso hay muchas personas que pueden permanecer horas enteras contemplando el mar.

El cerebro está dotado de una propiedad que se conoce como plasticidad. Esto tiene que ver con el hecho de que todo lo que experimentamos produce un cambio en su arquitectura, ya sea más grande o más pequeño. Por ejemplo, la meditación y mirar el mar son algunas de esas experiencias que dan lugar a un cambio poderoso en nuestro estado mental.

“Éramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo. Uno de los dos faltaba”.

-Antonio Porchia-

No es casualidad que tantos poetas en el mundo hayan dedicado sus versos al mar. Esa gigantesca masa de agua genera grandes emociones y la percepción de su movimiento puede tener una resonancia muy poderosa en nuestro sistema nervioso. A continuación vamos a profundizar en algunos de sus efectos.

1. El mar potencia la creatividad

Se ha comprobado que los entornos sobrecargados de estímulos simultáneos generan estrés. Es lo que ocurre cuando, por ejemplo, nos desplazamos por una enorme avenida de la gran ciudad. Allí hay muchos coches, muchas personas, muchas construcciones… Nuestra mirada se encuentra con cientos de estímulos al mismo tiempo y generarnos una sensación de agobio.

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Con el mar ocurre todo lo contrario. Se trata de una gran extensión de agua en donde sobresalen pocos elementos. Están las olas, las aves marinas y quizás alguna embarcación. Cada elemento es plenamente identificable. Frente a esto, el cerebro reacciona imaginando y creando. El entorno permite que podamos destinar una buena parte de nuestros recursos a generar pensamientos novedosos, cuando en otras visiones más estimulantes tendríamos que destinar parte de ellos a mantener la atención.

2. El mar facilita la meditación

El mar no solamente se ofrece a la vista, sino que es una experiencia que involucra casi todos los sentidos. Tiene un rumor suave y rítmico, que se capta a través del oído. Al mismo tiempo, el color azul o verde del océano son tonos que aquietan la mente. El mar también llega hasta el olfato, con su aroma mineral y de vida.

Todo esto en conjunto potencia la aparición de ondas alfa en el cerebro. Estas ondas son propias del sueño. Pero en este caso aparecen durante la vigilia y frente a un foco de atención fijo y poco variable. Ese estado cerebral es el mismo que se alcanza a través de la meditación y tiene el poder de ayudarnos a eliminar elementos tóxicos de la mente.

3. Contribuye a la relajación y disminuye la angustia

Este es quizás el efecto más visible del mar en el cerebro. El color, el movimiento y la extensión del mar ejercen un efecto de descanso sobre el cerebro y todo el sistema nervioso. Ante nuestros ojos tenemos un espacio completamente abierto, que se complementa con el infinito del cielo y propicia una sensación de tranquilidad.

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Instintivamente, el mar en calma nos genera confianza. Esto se debe a que se trata de una extensión plana, en donde no hay lugares “ocultos”. Nuestro cerebro lo asume como una ausencia de amenazas y por eso elimina las voces de alerta. El resultado es una relajación del sistema nervioso. Además, algo en nuestro interior sabe, biológicamente, que de allí venimos. Que de allí viene la vida. Por eso, lo sentimos en alguna medida “familiar” y protector.

4. El mar detiene la rumiación de pensamientos

La rumiación de pensamientos corresponde a ese ejercicio de volver una y otra vez sobre la misma idea, de manera obsesiva. Tienes en mente algo que no se aparta. Pero al pensar en ello nunca llegas a nueva conclusión, sino que vuelves al punto de partida. Las mismas preguntas. Las mismas respuestas. Y eso te inquieta.

El mar nos ayuda a cortar con estos ciclos perniciosos de pensamientos que se parecen a una calle sin salida. Esto se debe a que se trata de un espacio que guarda poca relación con nuestros entornos cotidianos. No hay muchos referentes que puedan remitirnos a nuestras rutinas. Se trata de una ruptura y eso contribuye a desengancharnos de las ideas obsesivas, que tantas veces nos persiguen en el día a día.

5. Tiene un efecto relativamente hipnótico

La simple contemplación del mar nos ayuda a entrar en un nuevo estado mental. Como anotábamos antes, propicia la producción de ondas alfa. Al mismo tiempo, desde el punto de vista emocional ejerce una gran atracción. Esto conduce a que el concepto de tiempo se relativice. Por eso podemos pasar largos ratos frente al mar sin darnos cuenta.

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El mar es en definitiva una de esas maravillas que se nos revelan en la naturaleza. Nos lleva a experimentar un momento trascendental y, a la vez, renovador. Equivale casi a una terapia, por sus extraordinarios efectos sobre el cerebro. Es, sin duda, uno de los lugares a los que es bueno acudir cuando nos invade el desasosiego ya que en sus aguas podemos deshacernos de aquello que nos preocupa.

Dos jóvenes emprendedores lanzan ‘Refix’, una isotónica con agua de mar

Dos jóvenes emprendedores lanzan Refix, una isotónica con agua de mar

Dos jóvenes emprendedores, los hermanos Raul (biólogo) y Lois Anta (diseñador) han desarrollado la bebida isotónica con agua de mar ‘Refix’ (reparar en inglés). La idea surgió realizando un máster sobre Conservación Ambiental y Espacios Protegidos en una tesis que pretendía aumentar el valor de un espacio protegido situado en la Costa da Morte de Galicia. El proyecto consistió en extraer un recurso natural de dicho espacio (en este caso el agua de mar) y crear un producto sostenible. Para llevarlo a cabo, han constituido la sociedad Siete Cuarenta Natural, con 3.000 € de capital y sede en A Coruña.

«Las bebidas de deportistas que conocemos son altamente azucaradas y solo contienen algunas de las sales que el cuerpo pierde realizando ejercicio», afirma Raúl Anta. «El agua de mar es el único fluido natural que contiene todas las sales minerales que están presentes en nuestro cuerpo, pero en una elevada concentración (36 gr/l). Por eso, la hemosdiluido con agua dulce al 20%, con lo que las sales y electrolitos del agua de mar se reducen a una concentración de 7 gramos/litro, casi igualando las concentraciones del cuerpo humano», añade.

El agua de mar que utilizan se extrae de un espacio natural protegido de la costa Atlántica, prácticamente virgen, mientras que el envasado se lo han encargado a la empresa Customdrinks, filial del grupo Hijos de Rivera (‘Estrella Galicia’). Se presenta en vidrio de 25 cl y sale a un pvp de 2€ la botella. El público objetivo de ‘Refix’ es un consumidor moderno y urbano al que le gusta cuidarse. Otra de las características de esta bebida es su capacidad para combatir la popular resaca, tras el consumo excesivo de alcohol, aunque no nació con ese fin. De ese modo, sacaron el producto al mercado hace unos seis meses y ya han vendido a través de Amazon España unas 40.000 botellas.

Próximamente comenzarán la exportación a Nueva York gracias a una familia de emprendedores que han apoyado el proyecto, aunque ya tienen puntos de venta puntuales en otros mercados como Austria, Suiza y Portugal. También puede adquirirse a través de su propia web, en tiendas gourmet, eco y especializadas, como la cadena Natura, y próximamente en Herbolarios Navarro; gimnasios, maquinas de vending, etc.

Al hilo de este lanzamiento, cabe señalar que en los últimos meses han salido un par de bebidas funcionales que tienen como ingrediente base el agua de mar ‘Siovann’ y ‘Ocean52′.

 

Fuente: https://www.alimarket.es/alimentacion/noticia/283187/dos-jovenes-emprendedores-lanzan–refix—una-isotonica-con-agua-de-mar

¿Se puede cultivar con agua del mar?

Los invernaderos de agua marina permiten aprovechar el vapor de los mares y la energía solar para cultivar vegetales. Podría ser la solución a los problemas de sequía que azotan tierras áridas cercanas a la costa

La prueba de que podía funcionar se hizo en Tenerife a principios de los noventa. «Hay quien decía que se iba a depositar mucha sal y que dañaría los cultivos, pero esto no ha ocurrido, y aunque hay sal cerca no se ha depositado en las plantas», decía en 1995 a EL PAÍS Phillip Davies, uno de los impulsores de la idea.

Hoy, tras otros proyectos en Abu Dhabi u Omán, y un proyecto comercial en Australia, la compañía británica Seawater Greenhouse presenta su sistema como la solución a los problemas de sequía que azotan tierras áridas cercanas al mar. Por ejemplo, Somalilandia. Este pedazo del noroeste de Somalia, independiente de facto y ya de por sí árido, lleva varias temporadas sufriendo lluvias erráticas y escasas que han afectado a la producción agrícola y a los pastores, causando la muerte de miles de animales. En consecuencia, la zona costera alrededor de Berbera se encuentra en estado de emergencia alimentaria (el paso anterior a la hambruna).

La prueba de que podía funcionar se hizo en Tenerife a principios de los noventa. «Hay quien decía que se iba a depositar mucha sal y que dañaría los cultivos, pero esto no ha ocurrido, y aunque hay sal cerca no se ha depositado en las plantas», decía en 1995 a EL PAÍS Phillip Davies, uno de los impulsores de la idea.

Hoy, tras otros proyectos en Abu Dhabi u Omán, y un proyecto comercial en Australia, la compañía británica Seawater Greenhouse presenta su sistema como la solución a los problemas de sequía que azotan tierras áridas cercanas al mar. Por ejemplo, Somalilandia. Este pedazo del noroeste de Somalia, independiente de facto y ya de por sí árido, lleva varias temporadas sufriendo lluvias erráticas y escasas que han afectado a la producción agrícola y a los pastores, causando la muerte de miles de animales. En consecuencia, la zona costera alrededor de Berbera se encuentra en estado de emergencia alimentaria (el paso anterior a la hambruna).

Y es allí precisamente donde Charlie Paton y su equipo quieren poblar la costa de invernaderos. Pero no son invernaderos al uso, sino instalaciones que combinan dos recursos casi inagotables el agua del mar y la luz del sol para crear pequeños oasis que permitan cultivar verduras (y además obtener sal).

Diseño por ordenador del proyecto de Somaliland.
Diseño por ordenador del proyecto de Somaliland. Seawater Greenhouse

Estos «invernaderos de agua marina» tienen paredes especiales hechas con bloques de cartón corugado que se empapan de agua marina. Entonces el viento seco de la zona atraviesa esas paredes, se lleva la humedad a medida que esta se evapora y entra en el recinto como vapor de agua. Este aumenta la humedad dentro del invernadero y baja la temperatura de 45º a unos 25º grados centígrados, generando oasis artificial ideal para el cultivo. Mientras tanto, la sal se va concentrando en esos muros y desciende hasta unos tanques que la recogen para luego secarla y venderla como fuente de ingresos alternativa.

En el proyecto somalí, en el que han enrolado a pastores que había perdido sus rebaños —y con ellos, su forma de ganarse la vida— han incorporado además una desalinizadora por ósmosis inversa que aprovecha para filtrar el líquido recogido y generar una fuente de agua dulce. La máquina, como todo el complejo, se alimenta de energía solar, sin emitir gases de efecto invernadero. «Ese agua puede servir para beber o para regar pero, a veces, en estos climas, el vapor es casi mejor que el agua», sostenía Patton. Según sus cálculos, producir un kilo de tomates en este invernadero requiere 20 litros de agua dulce, frente a los entre 120 y 1.000 que hacen falta en la producción exterior.

Construcción de las paredes del invernadero.
Construcción de las paredes del invernadero. Seawater Greenhouse
Patton, el responsable del proyecto, lo ha presentado en el foro sobre el uso de tecnología solar en la agricultura de pequeña escala organizado estos días por la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura). Sus estimaciones plantean que levantar estos invernaderos en 2.000 hectáreas de la región proveerían suficientes tomates, pepinillos o verduras para que cuatro millones de personas comieran al menos 400 gramos diarios, cubriendo así las necesidades mínimas de frutas y verduras. También se conseguirían 15 millones de toneladas de agua dulce al año y 146.000 de sal. El proyecto piloto en Somalia, que añade juegos de sombra, se terminó de construir el pasado octubre y ya ha producido sus primeras verduras.

El coste de instalar el sistema en esa superficie sería, según Patton, de 400 millones de dólares. «O, visto de otro modo, una cuarta parte de lo que la comunidad internacional se gasta en ayuda humanitaria en esta zona». Además de los fondos, solo se requiere una superficie plana cerca de la costa. El agua del mar y el sol, insiste su promotor, ya están ahí.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/04/13/planeta_futuro/1523616503_936551.html

Sal marina: el oro blanco de las grandes multinacionales

Cuando nos acercamos a la historia de la sal lo habitual es encontrar, vinculada a su explotación y comercialización, la idea de una altísima rentabilidad expresada a través del concepto “oro blanco”. El mismo no responde a una creación contemporánea para explicar el fenómeno de la lucha por su control y rápido enriquecimiento sino que, más bien, lo venimos arrastrando históricamente a través de la propia experiencia de pueblos y Estados.

En otros artículos ya hemos hablado de su potencial valor en procesos alimentarios cuando no existían los modernos congeladores y aditivos conservantes; para curar enfermedades en la medicina tradicional y actualmente con el mismo objetivo pero a través de complejas combinaciones químicas llevadas a cabo por la industria farmacéutica; también actuaba en los viejos talleres artesanales dedicados, por ejemplo, al curtido de pieles y actualmente en miles de procesos industriales; y por último, dado que era consumida por todos, como un elemento de recaudación para señores, reyes y Estados mediante fuertes impuestos.

Nota: El rey malí Mansa Musa fue representado en el Atlas Catalán de Abraham Cresques con una pepita de oro en la mano fruto de los intercambios comerciales de sal en Timbuktú. Fuente: ArqueHistoria.

Es por lo que, dada la importancia que tenía y tiene para la vida del ser humano, en los lugares donde escaseaba se llegaba a intercambiar de igual a igual con el oro –caso por ejemplo de las rutas caravaneras transaharianas que pasaban por Timbuktú hace siglos–, o que fuese empleada como medio de pago –creo que no hace falta explicar el origen de la palabra salario–, con igual valor que el metal más preciado. Todavía en el siglo XIX la sal era reconocida como un negocio en el que era fácil enriquecerse sin esmerarse mucho desde el punto de vista técnico o inversor, de hecho, en la costa Oeste de los EUA llegó a denominarse como el “oro del tonto”.

Fue la “modernización” de la economía o, más bien, la complejidad de los procesos industriales, la que dejó a la sal en un lugar apartado desde mediados de siglo XX. El objetivo de la economía productivista y globalizadora de la posguerra era conseguir cada vez mayor producción de sal al menor coste posible para el resto de procesos industriales, acabando así con las tradicionales y con la posibilidad de enriquecimiento de familias que eran incapaces de competir con estas grandes salinas.

Nota: La salina portuguesa Marisol conserva el método de producción artesanal. Fuente. Marisol.

De esta forma la sal dejaba de tener el peso que había tenido hasta entonces en la historia del ser humano, ya no volvería a ser intercambiada por oro o empleada como medio de pago, siendo así relegada al lugar que ocupaban otras materias primas empleadas en la industria para la obtención de nuevos y sofisticados productos. Pero, pese a ello, la sal puede y debe ser denominada a día de hoy como el oro blanco del siglo XXI para las grandes multinacionales.

El olvido del valor que encierra dicho concepto, podría venir determinado por la velocidad y complejidad de un sistema económico que nos impide ver el papel que realmente juega en la economía mundial cualquier elemento, siendo necesario entonces recurrir a los números específicos del sector.

Estos números nos dicen que la sal participa en no menos de 14 mil procesos industriales que no hace otra cosa que incrementar cada año su volumen productivo. De hecho, entre 2015 y 2017 se pasó de las 271 millones de T/año del primer ejercicio, a las 280 millones registrada al finalizar el del pasado año, arrojando un crecimiento anual de casi 5 millones de T/año (1,84% anual). Se trata de una cantidad que, dicha así, puede parecer normal, pero que cobra mucho más valor si tenemos en cuenta que el decimoquinto productor mundial, España (el primero es China con 68 millones de T/año), ronda los 4,5 millones.

Al frente de todo este proceso de crecimiento, cuyo producto debe hacerse hueco en un competitivo mercando internacional, solo podemos encontrar a las grandes compañías multinacionales. Unas empresas que se hacen de oro controlando los yacimientos, produciendo y gestionando a muy bajo coste, y comercializando sal a largas distancias (véase el ejemplo de Guerrero Negro).

Nota: En el Salar Grande de Tarapacá (Chile) K+S obtiene 8 millones de T/año. Fuente: ks-chile.

En el campo del negocio internacional de la sal el número uno es la compañía alemana K+S Group, que también lo es en la producción de fertilizantes y potasa. La sociedad posee filiales en Alemania; Bahamas; Brasil; Canadá; Chile; Estados Unidos; España; Francia y Países Bajos; a través de las cuales gestionan profundas minas, kilométricos salares y enormes salinas de litoral.

Todo ello le permite alcanzar una producción anual de 31 millones de T/año y superar así a la China National Salt, que con 18,7 millones es la principal empresa del mayor productor mundial de sal. De esta forma, y en lo que a la extracción de materiales se refiere, K+S Group facturó 3.627 millones de euros, de los que 1.762 millones correspondían solo a la sal.

Por ello, si bien es cierto que en lo que a la rentabilidad se refiere no tiene el mismo peso económico que tuvo hace 200 años, la elevada demanda actual (ligada a las múltiples aplicaciones), continua ubicando a la sal entre los productos más importantes para la industria moderna. Por ello, y dada esta importancia estratégica y su valor en el mercado, son las grandes multinacionales las que terminan por controlar este negocio que, como hemos visto, continua siendo oro blanco.

Fuente: http://diario16.com/oro-blanco-las-grandes-multinacionales/